Cuadros de museos

Si se habla de Irene de Navarro, ciertamente sería injusto clasificarla como fotorrelista, aunque premordialmente su visión sea la de una fotógrafa y sus cuadros surgen con ayuda de la fotografía. Pero en contraposición a los fotorrealistas, cuyos motivos, a través de un tratamiento posterior, ganan nitidez y dureza, en los cuadros de la senora Navarro los contornos se disuelven dando lugar a un paso fino, y a menudo fluyente, entre dos niveles pictóricos.

Aunque la arquitectura sea su tema central y continuo, la artista no es pintora de vedutas ni, a pesar de muchos espacios interiores, tampoco de interiores. Las vistas imbricadas no invitan a entrar en los recintos dispuestos en fila. Suelos y paredes tienen una vida propia y una armonía de colores rítmica, gracias a la existencia de estructuras y partes asombradas.

Además, las partes de los interiores y fragmentos arquitectónicos tienen carácter de naturaleza muerta; el mundo de imágines presentado en el flujo momentáneo de luz y sombras parece que está liberado del tiempo y que tiene una vida pictórica propia. Se piensa espontáneamente en Edward Hopper y sus iconos, pero, sin considerar algunas esculpturas esporádicas, en los cuadros de Irene de Navarro falta la figura humana. A pesar de su inclinación hacia motivos concretos, para ella, en contraposición a Hopper, el mundo concreto en última instancia queda insignificante. Adonde nos debe llevar una perspectiva, una pasarela? La fila de lavabos instalados en un aseo para senoras no constituye crítica social. Pero la fila, sí que tiene importancia. En muchos de sus lienzos, la disposición en fila es precisamente un princípio de composición: en ellos aparecen escalones, azulejos, cortinas, rayas, marcos de ventanas y de puertas, pero, a menudo, atravesados por la luz o bien ondulados por espejos. En último término, la meta ansiada es la pintura pura, tal como puede desenvolverse con ayuda de tonos intermedios calientes y fríos, en matices gris y marrón.

En una época en la que en los grandes museos y en las salas de exposición cada vez se ve menos pintura y la denominación "peinture" en el mundo de arte parece obsoleta y parcialmente extinguida, la pintura de Navarro es un golpe de suerte. Ella pone de relieve que no hay nada como la pintura para mostrar al ser humano el profundo efecto de la luz y los colores.

Si bien nuestro mundo viene definido en gran medida por la técnica, el hombre siempre siente la necesidad de apreciar los valores estéticos, su transformación formal y en colores, su regeneración dentro de una relación artística. Por muy lisonjeados que se sientan los directores de museos cuando la artista elige como motivo sus vitrinas y fila de recintos, lo que realmente cuenta no son los objetos y recintos sino la profesión constante de la pintura pura.

Jan Willmes, M.A.

Arquitectura industrial y reflejos

Los cuadros de Irene de Navarro son pinturas excelentes. Por su sútil colorido sugestionan enormemente, sobre todo los de gran tamano.

Objetos del enfrentamiento pictórico de la artista con nuestro mundo de vivencias son perspectivas de grandes urbes, vistas de instalaciones industriales o situaciones paisajisticas.

Elemento estructural predominante de las composiciones es un retículo mas o menos grande o marcado de estructuras lineales, tales como dinteles de ventana, divisiones de pisos, cornisas, postes, líneas eléctricas, etc. A menudo, entre las formas estrechas, verticales y horizontales, se distinguen paneles individuales que parecen independientes, casi como las piezas de un "collage".

Sin embargo, se salvaguarda un espacio pictórico continuo, conservando la perspectiva determinada por el colorido y las formas del motivo. El efecto de la perspectiva se realza por medio del contraste entre "muy cerca" y "perdido en la lejanía", que ya fue previsto cuando la artista eligió la sección de la vista real.

El reflejo pintado constituye un elemento central que influye de manera esencial en la forma y el contenido de las vistas urbanas. En los cuadros aparecen tanto las superficies que forman el espejo – tales como vidrios, chapas esmaltadas y pulidas a brillo de carrocerías de coches, fachadas de aluminio o acero, superficies acuática, y otras – como las cosas reflejadas en estas superficies – tales como viviendas y fábricas, máquinas, rótulos y senales, cielo.

Hasta este punto, los lienzos son fácilmente comprensibles para la persona que los contempla.A primera vista, las cosas aparecen tal como se espera. Pero al mismo tiempo sufrimos una irritación de nuestra experiencia real, puesto que, por un lado, los sujetos parecen idealizados y, por otro, están dotados de una aura significativa o incluso misteriosa. La artista consigue esto gracias a su particular concepto de la luz y los matices de colores. Amplificadores de esta aura son tambien el monumental tamano de los motivos – casas de varios pisos, fábricas grandes, vigas macizas de acero etc.- y la circunstancia de que no aparecen personas en este ambiente creado para seres humanos, es decir, viviendas, fábricas, talleres, médios de comunicación. Si se considera la profundidasd de muchos paisajes y plantas industriales tematizados, pero también la apretada plenitud de las perspectivas urbanísticas directamente representadas o reflejadas, la falta de personas y otros seres vivos confiere algo inaccesible a los motivos de los cuadros.

Aunque los diversos estados temporales de las cosas sean perceptibles por su forma o material empleado, el retículo lineal de las composiciones les confiere una calma inmutable. Además, lo que pudiese moverse, y así podría figurar, parece como entumecido: la bandera en primer plano como hecha de una materia rígida, el humo fino en el horizonte como helado en el azul celeste, la superficie del agua permanece inescrutable. Sobre todo, la pintora trata de la misma manera tanto el reflejo momentáneo como la superficie permanente que forma espejo, sólo las formas de lo reflejado entran en contraste con el medio reflejante.

Le estética característica del "fotorrealismo" Navareno que induce a contemplarla y analizarla desde múchos ángulos, me parece conducir, además, a dar testimonio de la situación intrínsica del hombre moderno sometido a nuestras condiciones de vida.

El hombre está omnipresente en los edificios de los cuadros, pero no aparece ni siquiera como adorno. La observación se concentra en contemplar el ambiente formado por el hombre, y queda sólo en esta búsqueda.

Como hemos visto, las cosas en los cuadros sólo parecen ser imágenes exactas de una realidad, expresándola en continuación y progreso. Más aún, la idealidad del reposo en un estado de belleza significativo las sustrae de nuestra temporalidad y las transforma en metáforas.

Cuanto más intensamente intentamos descifrar estas metáforas, tanto más velozmente se nos deslizan los objetos que al parecer están tan cerca, tan seguros y tan conocidos. Así se nos desliza también algo que influye y determina nuestra vida: En principio, este algo deviene dudose y siempre más relativo, sin que se reconosca un último sentido detras de las fachadas reflejantes y los poderosos bosques de vigas de acero – representantes de nuestra existencia definida por la industria y la técnica.

Dr. Peter Holzwig

Extracto del texto:
Vigas de acero con aura – o el elevador ideal de barcos
Algunas Notas dedicadas a la pintura de Irene de Navarro

Reajustes

Reflexiones sobre los cuadros citados de Irene de Navarro

Picasso amaba la adaptación, la variación de un motivo dado, el juego con los modelos. Este pintor centenario se sentaba por separado con cuadros pertenecientes a la historia del arte, los citaba, deformaba y abstraía los componentes de los mismos hasta que adoptaban el aspecto de auténticos Picassos. Son conocidas sus variaciones sobre el cuadro que causó un gran escándalo “Desayuno sobre la hierba” de Manet, o las modernizadas “Meninas” de Velázquez.

El atractivo que suponía medirse con significativos artistas predecesores, jugó un papel muy importante para Picasso. Su método podría designarse como “Apropiación”: el artista transformaba una obra significativa en algo propio.

En la obra de Irene de Navarro también se encuentra presente la adaptación y la interpretación. “Reajustes”: esto es lo que podemos leer sobre un gran archivador, en el cual se han almacenado fotografías de los originales y los retratos “reajustados” con personas de carne y hueso. Desde mediados de los años 90, Navarro retrata a los miembros de su familia con poses pertenecientes a la historia del arte. Las fotografías le sirven para la siguiente etapa de su trabajo, a modo de modelos para sus impresionantes cuadros. Los trabajos de Frans Hals, Rubens o Murillo se renuevan y se transforman de forma acorde a la época actual.

De la adaptación a la cita

Quien no sea capaz de vislumbrar la forma de trabajar de la artista, presumiblemente encontrará los cuadros enigmáticos o surrealistas. Una mujer con velo y una madre con hijos miran desvalidas como tres fuertes jóvenes sacan empujando una limusina Mercedes de su patio. El espectador sólo comprenderá cuando rememore el modelo predecesor que esta memorable escena es una representación actualizada del cuadro Medea de Anselm Feuerbach.

Dentro del concepto de reajustes subyace un segundo nivel de significación, que nos remite al ámbito de la caza. Se rastrea al zorro o a la liebre. En este caso, Irene Navarro sigue el rastro del significado de los modelos predecesores. Ya que obviamente, en este caso, la citación superficial carece de importancia.

Las inspiradas obras de la artista se conciben durante los viajes, en las visitas a los museos. Por consiguiente, son los originales y no ninguna reproducción, lo que da alas a su imaginación. Ya in situ se ocupa de los modelos, sigue su rastro, estudia la iluminación, la iconografía y las técnicas artísticas de los antiguos maestros de forma precisa. Y más tarde, con su propio estilo, crea algo nuevo a partir de lo encontrado. Algo, que se ha catapultado hasta nuestros tiempos. De esta manera surgen escenas con personas, que llevan ropas contemporáneas pero que al mismo tiempo ofrecen una mímica y unos gestos particularmente anticuados.

Retrospección

La investigación y la renovación de lo tradicional es una de las direcciones. Los trabajos de esta pintora de Düsseldorf le ofrecen al espectador la posibilidad de realizar una retrospección hacia los modelos originales, cuya calidad pueden volver a experimentar con una clara percepción. Esto quiere decir que Navarro no ve ni trabaja de la misma forma que Feuerbach o Manet, sino que desde sus nuevas creaciones vuelve a poner de manifiesto para nosotros la singularidad de Feuerbach o Manet.

Ella misma posa en el cuadro “En el invernadero” (de Manet) con un aspecto ensimismado y lejano de su esposo. El creciente aislamiento de los ciudadanos en las metrópolis del siglo XIX fue un fenómeno, que Manet plasmó con dichas obras. Cuando Navarro “reajustó” este aspecto en el año 2006, nos recordó que el problema del aislamiento nos continúa preocupando en la actualidad. Por supuesto, la pintora nunca nos ofrece un punto de vista unívoco, sus variaciones están abiertas de forma intencionada a numerosos significados.

Naturalmente, todas estas maravillosas y sugestivas adaptaciones poseen también un componente familiar. Los hijos y los nietos de la artista y sus parejas siempre se encuentran dispuestos a hacer de modelos para sus cuadros. De forma divertida, Irene de Navarro denomina a esta parte de su trabajo “Álbum familiar pintado”.

No obstante, la trascendencia de estos cuadros se extiende más allá del ámbito privado. Nos permiten convertirnos en espectadores curiosos sobre obras de arte aparentemente conocidas, abren y enfocan nuestra visión y nos muestran algo familiar con un toque nuevo.

Klaus Sebastian